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Los derechos humanos (página 2)




Enviado por José López



Partes: 1, 2

La verdad no tiene sentido someterla a
votación
. Que la mayoría decida algo no lo
convierte necesariamente en verídico. Durante milenios la
humanidad creía que la Tierra era el centro del Universo y
esto era completamente falso. Un científico no somete su
teoría a votación para dilucidar si es
verídica o no. Una teoría científica se
considera correcta cuando ha sido posible demostrar su veracidad
(viendo si en el campo de la pura teoría no es
contradictoria o no conduce a incongruencias y sobre todo
contrastándola con la práctica, con el experimento,
con la observación). ¿Pero esto mismo puede
aplicarse a las verdades relacionadas con los seres humanos, con
su convivencia? ¿Cómo podemos saber si mis
aseveraciones teóricas son verídicas? Si el enfoque
que utilizo es incorrecto, o si parto de hipótesis falsas
(o que no se puede saber si son falsas, es decir, si no son
falsables), o si mis razonamientos contienen incoherencias o
contradicciones, o si no concuerdan con la práctica, con
lo observado, entonces las conclusiones a las que llego son
erróneas o no puede asegurarse que sean correctas. Sin
embargo, las "ciencias humanas" no son exactas, ciertas verdades
hoy pueden ser mentiras mañana, ciertas verdades para unos
pueden ser mentiras para otros, ciertas verdades en una cultura
son mentiras en otra. La sociedad humana, la sociedad de
cualquier especie más o menos inteligente, es compleja, es
cambiante. Sus normas, sus leyes, cambian, evolucionan. Si
aceptamos que la naturaleza tiene leyes universales inmutables,
no parece que pueda decirse lo mismo respecto de la sociedad
humana. O bien, si asumimos incluso que la propia naturaleza
cambia sus leyes, si admitimos que el cambio es inevitable
también en la propia naturaleza (aunque nosotros no
hayamos sido capaces de percibirlo todavía, aunque las
leyes de la física que pensamos atemporales sean
sólo válidas para la época actual), entonces
podemos decir que las leyes de ésta cambian con una
frecuencia mucho menor que las leyes de la sociedad humana. El
mundo biológico evoluciona a una velocidad mucho mayor que
la materia inerte. La sociedad humana evoluciona a un ritmo mucho
más rápido que cualquier otra sociedad de otra
especie (por lo menos del planeta Tierra) y por supuesto que la
naturaleza "muerta". Por tanto, por lo que respecta a los seres
humanos, aparte de ciertas verdades relativas (que dependen
del espacio y del tiempo), ¿hay también verdades
absolutas?

Evidentemente, aparentemente, sí. No podemos huir
de la ley básica de que nacemos, crecemos y morimos (como
el resto de seres vivos). Pero esto que nos parece ahora tan
evidente, tan verídico, puede que no lo sea en el futuro
si aprendemos a controlar dicho ciclo de vidamuerte. De hecho,
hemos conseguido retrasar nuestra cita con la muerte, la
esperanza de vida ha aumentado notablemente a lo largo de la
historia. Ya se habla de que en el futuro podremos vivir
más de un siglo. Incluso se especula con la posibilidad de
conseguir la inmortalidad, la eterna juventud. Ya estamos jugando
con el proceso básico de la vida, algo que nos
parecía impensable hace no tanto. Por consiguiente,
verdades que nos parecen ahora mismo absolutas, inmutables,
indiscutibles, puede que en realidad no lo sean. Según lo
veo yo, el marco de referencia ético de la sociedad humana
sería absoluto si lo analizamos con una ventana temporal
"estrecha" (los valores morales son más o menos fijos para
cierta época y para cierta cultura), pero cambia
lentamente, y a veces imperceptiblemente, si lo analizamos a lo
largo de la historia, e incluso en algunas épocas de
profundos cambios, épocas de transición como la
actual, dicho marco cambia en muy poco tiempo, se vuelve
inestable. Esto provoca crisis de valores morales o de
principios. Los valores morales son como las montañas, en
nuestras cortas vidas humanas nos parecen
inmutables, pero para la vida de nuestro planeta, como todo,
cambian, aunque en algunos "instantes" (geológicamente
hablando) se produzcan cataclismos. Su naturaleza estática
o dinámica depende de la escala temporal considerada y de
lo convulsa que sea la época analizada. Asumir que existen
ciertos principios universales equivale en realidad a asumir que
todos los seres humanos, a pesar de ciertas diferencias
culturales, somos en esencia iguales o muy parecidos. La
cuestión radica en fijarnos más en lo que nos es
común que en lo que nos diferencia. Existen ciertos
valores que dependen de las culturas, verdades relativas, pero
también existen valores que dependen de la especie, no de
las culturas, verdades absolutas, válidas para todos los
seres humanos. ¿Son los derechos humanos verdades
absolutas?
Hay ciertos derechos que, en la actualidad,
parecen asumidos por la inmensa mayoría de los seres
humanos (aunque no se han sometido a votación directa de
todos ellos), y hay otros derechos (o presuntos derechos) donde
no parece haber dicha unanimidad o dicha aceptación
(están en la "frontera"). Uno de ellos sería el
derecho de autodeterminación. Lo mismo podría
decirse de la eutanasia, de la pena de muerte o del aborto. Por
esto es por lo que en estos casos puede aplicarse el concepto de
opinión, la verdad es sustituida por la
opinión, la verdad es todavía
relativa, no ha alcanzado aún el status de
absoluta. En épocas de intensos cambios como la
actual existen ciertos principios que están en proceso de
transformación, ciertas verdades que se van abriendo
camino. Pero si no fuera posible demostrar ciertas verdades
"humanas" (aunque existan) entonces parece que lo más
ético, lo más seguro para la especie, sería
establecer los principios básicos de convivencia por
mayoría, pero ¿quién debería decidir
sobre los principios que atañen a todos los seres humanos?
¿Es ético y democrático que sean
establecidos por ciertos "sabios"? ¿Es ético y
lógico que un subconjunto de la especie los pueda
obviar?

Por consiguiente, si es posible establecer
(demostrar) ciertas verdades absolutas relacionadas con los seres
humanos, entonces no tiene sentido someterlas a
votación
. Simplemente, como toda verdad, deben abrirse
camino. Las verdades nunca se imponen, tampoco se votan o someten
a la decisión mayoritaria, sino que se van abriendo
camino, la gente se va convenciendo de ellas. La verdad se
demuestra y se transmite, pero nunca se somete a votación.
Es totalmente absurdo. Nosotros no elegimos las leyes de la
naturaleza. En este aspecto la naturaleza, las verdades
absolutas, son poco "democráticas". Pero la verdad, no se
abre camino por sí misma. Sobre todo cuando la verdad
está "secuestrada" por aquellos que necesitan de la
mentira para perpetuarse en sus privilegios. ¿O es que
vamos a negar a estas alturas que no ha existido la
Inquisición ("y sin embargo, se mueve", decía
Galileo)? ¿O es que vamos a negar la existencia de la
censura? ¿O es que vamos a obviar la manipulación
sistemática de la verdad por parte de los medios de
comunicación de masas? La verdad se abre camino poco a
poco por la LUCHA personal de ciertos seres humanos que se
empeñan en que se abra camino. Si los derechos humanos son
verdades absolutas entonces es un contrasentido que hayan sido
sometidos a votación. Si dichas verdades van siendo
asumidas progresivamente por la sociedad, entonces ésta
establecerá normas de convivencia acorde con ellas. Y
si no es posible establecer ciertas verdades absolutas
relacionadas con las sociedades humanas
, pero asumimos que
todos los seres humanos tienen ciertas características
comunes, intrínsecas a su especie, entonces debemos
admitir que debe haber ciertos derechos fundamentales, ciertas
normas de convivencia generales que afectan a todos
ellos. En este caso sí tiene sentido someter dichos
principios a votación
. Pero asumir que existen ciertos
derechos comunes a todos los seres humanos implica reconocer que
la soberanía sobre el establecimiento de las normas que se
basen en ellos reside en toda la humanidad. Es decir, si
admitimos que existen los derechos humanos, y si admitimos
también que no son verdades absolutas, sino simplemente
ciertas normas de convivencia comunes a toda la humanidad,
entonces corresponde a la humanidad entera su legislación
y su aplicación práctica. En este caso no es un
contrasentido que hayan sido sometidos a votación por la
ONU (aunque sería deseable que fueran votados por toda la
humanidad directamente). Pero lo que sí es una
contradicción es que dichas normas no sean vinculantes o
su aplicación se deje a libre elección de los
Estados. Los derechos humanos no son competencia de un solo
Estado o conjunto de Estados, sino de la humanidad entera.

Los Estados no tienen derecho a la autodeterminación en
asuntos relacionados con los derechos humanos.

Todo este razonamiento no es válido si asumimos,
como dice el relativismo cultural, que no existen principios
generales (ya sean verdades o normas) aplicables a todas las
culturas. Sin embargo, si se produce una uniformización
de las culturas, una globalización cultural, y por tanto
también de los valores morales, entonces la existencia de
derechos humanos universales (aplicables a toda la humanidad) no
entraría en contradicción con el relativismo
cultural
. Seguiría siendo válida la
teoría de que no hay principios universales (aplicables a
todas las culturas), pero al tender la humanidad hacia UNA
cultura, tiende a UN gobierno, a UNAS normas de convivencia. El
relativismo cultural seguiría siendo válido si lo
aplicáramos por ejemplo a otra especie. Probablemente el
encuentro con otra sociedad inteligente de otro planeta nos
confirmaría la validez de dicha teoría,
sería muy probable que dicha especie extraterrestre
tuviera unos principios éticos distintos a los nuestros.
Entre otras cosas porque los principios cambian con el tiempo y
las distintas civilizaciones no tendrían el mismo estadio
evolutivo. De esta manera podría conciliarse dos
posiciones aparentemente contrapuestas, la de la universalidad de
los derechos humanos (que en realidad se referiría a la
uniformización de ciertos principios de una especie cuando
ésta consigue cierto grado de desarrollo) y la del
relativismo cultural (que en realidad se referiría bien a
distintas culturas de una misma especie que en cierto momento
aún no ha alcanzado la uniformización cultural,
bien a distintas especies que no han tenido ningún
contacto). Haciendo un símil con la Termodinámica,
así como dos cuerpos con distintas temperaturas tienden a
la misma temperatura cuando entran en contacto, podríamos
decir que el contacto entre culturas o entre especies
inteligentes, produce un intercambio cultural que a la larga
tiende a uniformizar ambas partes. Es decir, en un estadio
primitivo sería válido el relativismo cultural pero
en un estadio más evolucionado sería válida
la universalización de ciertos principios. Y en cualquier
caso, los cambios serían inevitables, aunque normalmente,
salvo épocas de aceleración de los mismos,
imperceptibles.

Por tanto parece lógico asumir en la actualidad
que existen ciertos principios éticos universales,
aplicables al conjunto de la humanidad, bien porque son
intrínsecos a la especie humana (si asumimos que hay
ciertas verdades absolutas atemporales, aunque sólo ahora
hayamos sido capaces de tomar conciencia de ellas), bien porque
la uniformización cultural (que en la actualidad parece
adquirir cierta importancia) implica la
unificación de los principios antaño dependientes
de cada cultura. Por lo que a mí respecta, y creo que los
acontecimientos históricos recientes lo demuestran, los
derechos humanos existen y son universales, son aplicables a toda
la especie humana
. La humanidad tiende a un marco
común de convivencia a escala planetaria.

Que la Declaración Universal de los Derechos
Humanos no sea aún vinculante, que la ONU no tenga
aún un papel efectivo de árbitro internacional, que
dicho organismo no sea aún realmente democrático,
que el derecho internacional no sea aún más que
prácticamente simbólico, probablemente, no son
más que consecuencias del miedo que tienen los Estados
nacionales actuales a perder su soberanía. Parece que
estamos en un momento de transición en el que ciertas
formas de organización van a dar paso a otras nuevas como
consecuencia de la globalización, aunque las viejas formas
se resisten a morir
. Resulta que los Estados que niegan el
derecho de autodeterminación a otras entidades
territoriales de menor envergadura, lo aplican (y se aferran a no
perderlo) incluso en cuestiones que no les competen a ellos en
exclusiva, es decir que competen a entidades de mayor
envergadura. Exigen respetar su soberanía y al mismo
tiempo la niegan a otras entidades y para colmo se autodeterminan
en cuestiones básicas como los derechos humanos,
reconocidos por los mismos Estados como universales. Los
Estados actuales monopolizan el derecho de
autodeterminación
. Esta aparente contradicción
por parte de los Estados de reconocer que hay ciertos principios
universales pero al mismo tiempo reservarse el derecho de
someterse a ellos o no, se resolvería en cuanto los
Estados cedieran parte de su soberanía (la que compete a
toda la humanidad y no sólo a una parte de ella) a quien
corresponde, es decir, a la ONU o al Estado mundial del que hablo
en mi libro Rumbo a la democracia. La forma ideal de que
dichos principios universales, los derechos humanos, vayan siendo
asumidos por el conjunto de la humanidad, es permitiendo que toda
ella participe en su elaboración, es fomentando el debate
a nivel mundial, no sólo en los organismos, sino
también en los medios de comunicación, en las
escuelas, etc. La verdad debe irse abriendo camino poco a poco.
Pero también debe ser cuestionada. La verdad siempre debe
estar sujeta a recuestionamiento, a prueba. O bien, si
consideramos a los derechos humanos no como verdades absolutas
sino como normas de convivencia básicas comunes a todos
los seres humanos, entonces todos éstos deben decidir
sobre los mismos. La mejor forma de garantizar el cumplimiento
de los derechos humanos es, por un lado que la mayoría de
la población los vaya asumiendo, comprendiendo, aplicando
y exigiendo en su vida cotidiana, y por otro lado, que los
organismos, especialmente los internacionales, los vayan
fomentando, los vayan legislando.
Y esto supone, en
determinado momento, hacer que la Declaración Universal
de los Derechos Humanos sea vinculante para toda la
humanidad
. Es decir, el Derecho internacional debe ser real y
efectivo.

El fin último de la democracia es la
garantía de los derechos humanos
. Por consiguiente, si
admitimos la universalidad de éstos, entonces debemos
admitir también la universalidad de la democracia, de sus
principios básicos. Es decir, la democracia tendría
un marco de referencia absoluto que la limitaría. Sus
principios deben ser respetados y no deben entrar en
contradicción. Si cierto grupo humano decidiera mediante
decisión mayoritaria anular o limitar alguno de sus
principios básicos, por ejemplo la libertad de
expresión, entonces no podríamos considerar
al sistema político de dicho grupo como
democrático porque aun cumpliendo alguno de sus
principios, el sufragio universal, se incumple otro principio
elemental relacionado con libertades fundamentales. La democracia
debe propugnar la hegemonía de la mayoría pero al
mismo tiempo debe proteger a las minorías de la
"tiranía de la mayoría". Es decir, la democracia
tiene ciertas reglas básicas que no pueden ser sometidas a
votación
.

La lucha de la humanidad para que los derechos humanos
sean una realidad para todos los seres humanos implica primero
que sean reconocidos universalmente (esto ya se consiguió
en la declaración de la ONU), pero también implica
que dichos derechos no se queden en papel mojado. Y para esto es
imprescindible, por un lado que la Declaración Universal
de los Derechos Humanos sea de obligado cumplimiento para todos
los Estados, pero también implica que los Estados que ya
los reconocen, en mayor o menor medida, en sus constituciones,
los apliquen en la práctica. Es decir, esta batalla es
teórica y práctica. Deben estipularse leyes
nacionales (supeditadas a las internacionales) que los reconozcan
adecuadamente y además deben establecerse los mecanismos
necesarios para que sean además de formales, de
facto.

Como expreso en mi libro, el desarrollo de la democracia
implica, entre otras muchas cosas, una Constitución
que garantice los pilares de la democracia (separación de
poderes, elección de los cargos públicos, etc.) y
sobre todo que garantice los derechos humanos,
estableciendo límites a los mismos para poder
compatibilizarlos, haciendo especial hincapié en dar
prioridad a los derechos más básicos. Si es
evidente que hay necesidades humanas más básicas
que otras y es evidente que los derechos humanos tratan de
garantizar la satisfacción de dichas necesidades, entonces
es evidente que hay derechos más básicos
(más importantes) que otros. Muchas democracias actuales
dan una preponderancia exagerada a ciertos derechos (a los que
normalmente sólo puede acceder una minoría
privilegiada) en detrimento de otros derechos más
básicos de la mayoría de la población.
Debe llegarse a un "equilibrio" para garantizar un
mínimo cumplimiento de todos los derechos pero a su vez
para dar prioridad a ciertos derechos fundamentales sobre otros
más "secundarios". Los derechos básicos
relacionados con la subsistencia o las libertades fundamentales
deberían estar siempre garantizados (derecho a la
alimentación, a la vestimenta, a la vivienda, al trabajo,
a la educación, a la sanidad, a la justicia, a la
seguridad, a la libertad de expresión, a la libertad de
pensamiento, a la libertad de reunión, a la
información, etc.) y tener la máxima prioridad
.
Por ejemplo, el derecho a la propiedad privada (aun siendo
reconocido) no debe eliminar o limitar excesivamente otros
derechos más fundamentales, el Estado debe establecer una
"jerarquía" de derechos para garantizar sobre todo (aunque
no sólo) los más importantes. Un derecho es
más importante cuando tiene que ver con la
satisfacción de las necesidades (físicas o
psicológicas) más básicas y cuando afecta a
muchas personas
.

No es posible que los derechos "secundarios" de unos
pocos se impongan sobre los derechos básicos de la
mayoría. No es justo ni lógico. Contradice uno de
los principios básicos de la democracia como es la
preponderancia (no confundir con la falta de respeto) de la
mayoría sobre las minorías. Por ejemplo, la
libertad empresarial de unos pocos no debe contradecir los
derechos laborales de la mayoría. Como dijo
Benjamín Constant, El objetivo es la
seguridad en el goce privado, la libertad es la garantía
dada por las instituciones para ese goce
.

La libertad de uno acaba donde empieza la de otro. Este
principio sólo puede llevarse a la práctica
mediante la igualdad de oportunidades. Si no PUEDO elegir,
si no tengo OPCIÓN, entonces realmente no ELIJO (aunque
quiera) y por tanto no soy libre (o soy mucho menos libre que
otro que sí tiene más opciones, su libertad no
acaba donde empieza la mía porque la mía
simplemente no empieza, su libertad traspasa el límite de
la mía). Igualdad y libertad son dos caras indisociables
de los derechos del hombre. La libertad debe estar
"equitativamente distribuida" entre los individuos de una
sociedad. Como dijo Noam Chomsky, Una libertad sin opciones
es un regalo del diablo
. Por tanto, además de
compatibilizar unos derechos humanos con otros, hay que
"democratizarlos" para que TODOS los ciudadanos tengan las mismas
oportunidades reales de tener acceso a ellos
(los derechos
humanos son universales y se reconocen por igual para todos). Se
trata de cumplir en la práctica los principios de la
declaración de los derechos del hombre. Se trata por tanto
de dar la importancia adecuada a cada derecho humano
(respecto del resto de derechos) y de garantizar las mismas
oportunidades de acceso a cada derecho
. Este doble
desafío es ahora mismo totalmente utópico, pero la
utopía es necesaria. No debemos consentir que se nos venda
la idea de que libertad implica inevitablemente desigualdad
porque es justo lo contrario. No puede existir libertad (en la
vida en sociedad) sin igualdad de oportunidades. Las grandes
desigualdades sociales son realmente consecuencia del libertinaje
(de la desigualdad de oportunidades, de la preponderancia de unas
libertades "secundarias" de una minoría sobre las
libertades "básicas" de la mayoría, del
"acaparamiento desigual" de las libertades). Admitiendo que la
igualdad absoluta es imposible (y también injusta), es
antinatural, la desigualdad excesiva tampoco es lógica ni
justa ni natural. No todos tenemos las mismas capacidades, no
todos debemos ganar igual, pero nadie puede trabajar cientos (ni
siquiera decenas) de veces lo que otros y por tanto tampoco
debería ganar cientos (ni decenas) de veces lo que otros
(no digamos ya el caso de unos pocos que se enriquecen con el
trabajo ajeno). Es lógico que haya ciertas desigualdades
(debido a nuestra desigualdad "natural") pero no es lógico
que sean excesivas (debido a las desigualdades "antinaturales").
Los seres humanos somos distintos pero tampoco demasiado
distintos. Es necesario que la sociedad vuelva a ser "natural".
Si no, la sociedad está condenada, tarde o pronto, a su
extinción, no se puede ir contra-natura.

 

 

Autor:

José López 

Partes: 1, 2
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